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And now, we riiiide

¿Existen las películas para niños?

No, en serio, piénsalo. Nombres como Disney, locuciones como dibujos animados, ¿son verdaderamente para críos? ¿De verdad?

Pongamos un ejemplo: cuando Scar entona su ilustre Preparaos, ¿creéis en serio que «Disney» estaba pensando en los niños?

Cuando vemos Los Simpson, ¿esas coñitas las entiende un pequeñajo?

No es oro todo lo que reluce, y es que me da a mí que los infantes son los mayores olvidados del cine. No hay, señores, películas para los niños. Para ellos relucen muchas cosas, pero no el oro del celuloide. ¿O no es cierto aquello de que disfrutas más las películas cuando eres mayor que cuando eres pequeño? Quién no ha oído eso de «la vi unos años después y me gustó aún más», «entendí más cosas», «pillé más chistes». Pues claro, hombre, claro.

Luego están esas pelis que cuando eres mayor no puedes aguantar, a lo que vuelvo a preguntar: ¿Esas se hacen pensando en los niños? Si se hacen, los autores tienen muy mala baba al considerar a los críos imbéciles.

La película que ha hecho estallar este cargante dilema intelectual es ni más ni menos que Rango. Cacho peliculaza buena. Sí, es esa del lagarto ese con pinta de pringao. Pero, PERO, ay, pero es que este lagartijo está interpretado por el impresionante, esplendoroso y enormérrimo Johnny Depp.

Sabemos que Johnny es de apuntarse a un bombardeo con la condición de que el bombardeo sea raro, friki y original. Pues esta película, al mando de Gore Verbinski (director de las tres primeras partes de Piratas del Caribe), lo reúne todo. Incluso el hecho de no ser para niños. Vale que sea animación, pero ya he dicho que dibujito no es igual a para los nenes.

La primera bocanada que le das a la peli recuerda a Arizona Baby de los Coen, pero sin bebés: Estados Unidos, sur, calor, desierto, calor, arena, mucho calor, música medio india medio no sé cómo, prota raro. Tenemos a Rango (bueno, a un bicho verde con escamas sin nombre), que se nos presenta como un ambicioso mindundi con delirios de grandeza y el sueño de hacer carrera como actor. El pobre Rango, seguramente mascota de alguna dulce pareja de recién casados, se pierde en medio de la carretera en pleno desierto norteamericano, donde el agua se evapora antes de ser agua y aparecen personajes, todos ellos animales, a cada cual más pintoresco.

Rango va a intentar moverse hacia donde haya agua para poder dar un trago bajo ese sol de justicia, lo que va a llevarle al pueblo de Dirt (traducido como «Polvo» en el doblaje español). Este hermoso argumento va a desatar un homenaje, si no a Johnny Depp, sí a Piratas del Caribe. Pero vamos, más descarado no podría ser: el pueblo se llama «Dirt», ‘tierra’, de lo que estaba relleno el tarro de Sparrow,

la rueda en la que pelean Will, Jack y el ex Comodoro la vemos realizada en una rueda de bici; Jack en el Mundo de Davy Jones (Davy Jones’s Locker para los más fanáticos) con cangrejos y Perla incluida aparece cuando menos te lo esperas, o (mi preferida) te cuelan sin miramientos la escena del banco de arena en P3 en la que Beckett, Will, Jones, Jack, Barbossa y Elizabeth negocian antes de la gran batalla, con los planos de las botas húmedas por el agua del Caribe hundiéndose en la arena blanca mientras la guitarra eléctrica nos sacude la columna vertebral con sus acordes (no soy fan de Piratas ni nada).

Pero de verdad, yo os juro que he visto más homenajes a Depp a lo largo de la película: hay un tío clavado al personaje de Johnny en Miedo y asco en las Vegas, y la entrada que nuestro camaleón (o lo que sea) hace en Dirt recuerda ciertamente a la de William Blake en Dead Man. En cualquier caso, acabaré diciendo que el antagonista de Rango, Rattlesnake Jake («Veneno Jack» en español), viene interpretado por (taráaaaan) Bill Nighy, alias Davy Jones, y ese olor a mar que te sacude cuando Rango y Jake se miran a los ojos por primera vez no lo puedes ignorar.

Una vez que Rango llega a Dirt, este pobre diablo la va a liar parda porque, en uno de sus tantos impulsos ególatras, va a tratar de fingir lo que no es solo para darse importancia. Lo que no sabe es que las mentiras pueden venir preñadas de esperanza, y mira que es harto delicado unir a un grupo de humildes lugareños mediante un solo propósito: recuperar el agua, su bien más preciado, el cual les ha sido arrebatado de una manera cruel, extraña y sospechosa. Los personajes van a vivir un auténtico western, con su bueno, su feo y su malo, la chica (una lagarta -literalmente- de mucho carácter con acentazo sureño y provinciano, Beans «Habas»), revólveres, bancos y cantinas. Todo ello guisado con un humor ingenioso e irónico, quizá un poquito surrealista y además acumulativo. Ten cuidado porque te puedes quedar sin aire en algún momento. Lo sazonamos con una banda sonora (en su mayoría composición de ¡sí! Lo has adivinado: Hans Zimmer, mismo autor de Piratas) pegadiza, animosa y de mucha cuerda a manos de un grupo de búhos mariachis y tenemos el plato servido, desde un gusto tradicional con el más puro country hasta un bocado más exquisito con la Valkiria de Wagner pasada por el banjo.

Estas son cosas, al igual que el mensajillo filosófico que te suelta la peli así como quien no quiere o las pullitas sarcásticas y subidas de tono, que los niños no acabarán por entender ni reír de verdad hasta que no sean mayores. Así, ¿qué nos queda? Los niños son los mayores olvidados en este mundo de adultos. Savvy?

P.D: Este es un post de una fan de Johnny Depp para los fans de Johnny Depp. Siento si ha sido demasiado exhaustivo, pero es que, mi gente,

No man can walk out on his own story – Rango.

 

¡Patasarriba, esto es un atraco!

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